Conocer el impacto de las experiencias adversas en la niñez me motiva a actuar con mayor empatía, responsabilidad y compromiso. Al entender cómo estos eventos pueden afectar el desarrollo emocional, la autoestima, la forma de relacionarse y hasta la salud física en el futuro, reconozco la importancia de prevenir el daño desde temprana edad.
Esta conciencia me impulsa a promover ambientes seguros, educar en valores de respeto y protección, y a no normalizar situaciones que pueden parecer pequeñas pero tienen consecuencias profundas. Además, me ayuda a comprender mejor a quienes han vivido esas experiencias, para así apoyarlos con más sensibilidad y sin juzgarlos.
En resumen, saber esto no solo cambia mi forma de pensar, sino también mi forma de actuar: me inspira a ser parte de la solución, no del problema.